¿Qué hace de la novela “Tú no eres una madre
como las otras” de Angelika Schrobsdorff una lectura compulsiva y arrebatadora?
En primer lugar, el título llama la atención,
y nos indica el nudo gordiano de la novela: el retrato de una mujer que
desarrolló un criterio propio rechazando lo que se esperaba de ella, y desde la
mirada de su propia hija. Judía de nacimiento, y pequeñoburguesa en el Berlín
de los años veinte, Else se enamora de un artista cristiano, y decide huir con
él, escapando al matrimonio convencional al que le reservaban sus padres. Poco
a poco, Else no quedará atrás respecto a los hombres que la rodean ni en
disponibilidad al amor ni en afición a las artes. El proceso irá in crescendo y
se nos describe un marco de unos felices veinte colmados de amores, de fiestas,
de teatro, lecturas… una vida tumultuosa y apasionada por los cuatro poros, que
no excluye la multiplicidad de maridos ni de hijos. Berlín aparece en todo su esplendor
como centro irradiador de vitalidad, al igual que Else, que cautiva al lector,
que desea apegarse a su presencia, bajo esos dos soles oscuros, como son
descritos sus ojos.
Pero tras este velo de felicidad mundana se
esconde la amenaza del gran Holocausto que está a punto de cernirse. Y lo
vivimos con ironía trágica, puesto que los protagonistas continúan ajenos a
todo, sin querer asumir lo inevitable; pero los lectores sabemos, y también la
hija que relata. Así, si antes nos hemos recreado en la frivolidad y la energía,
ahora leemos con sobrecogimiento. El ambiente se va enrareciendo desde el
alzamiento de Hitler, y la instauración de nuevas banderas e himnos corren
paralelos al miedo que empieza a recorrer los pasillos y al incremento de leyes
antisemitas que cada vez alcanzan más de cerca a Else y su familia. Luego hallaremos
un relato estremecedor del exilio al tiempo que seguimos con el corazón en un
puño la historia de la segunda guerra mundial. La miseria, las calamidades, el
sufrimiento, van de la mano de un profundo proceso de autoconocimiento por
parte de Else, que se hace consciente de sus errores de juventud y de la fuerza
del amor por sus hijos.
Y el tercer componente sumamente atractivo
que atraviesa la novela es la voz narrativa testigo-protagonista de la hija,
del todo convincente, auténtica, y que combina el lirismo con la objetividad. Desde
su nacimiento, a caballo entre varios trenes y varios amores, observamos en
ella primero los temores y las inseguridades que la asolan, luego cómo se
solidifica en ella un amor insobornable por la madre, y más tarde un
descubrimiento del mundo agridulce, entre la incredulidad frente a la
desgracia, la rabia y la nostalgia de la niñez, y todo ello trenzado con el
pavor a dejarse llevar por los estados sombríos de la madre madura. La autora
además es testigo doble, porque ha convivido con la madre y también ha recogido
numerosa documentación en forma de cartas y diarios con que va tejiendo toda su
complejidad. Y con esa información adereza el relato de una cuasi omnisciencia
terrible, puesto que nos va sembrando los instantes de felicidad con la
oscuridad de lo que sucede después, incluso con brutales prolepsis
homodiegéticas donde las palabras futuras de la madre reverberan sobre los
momentos de dicha. Ello es entreverado de otros elementos donde objetivamente
se nos recuerdan los hechos con una frialdad escalofriante, como las fechas de
promulgación de leyes antisemitas o de avances del ejército nazi.
“Tú no eres como otras madres”, en definitiva,
se lee con pasión novelesca por los personajes, en su más honda humanidad, y
también con el afán de saber que produce la historia reciente europea, en sus
rasgos generales y también en sutiles particularidades. Cuando la lectura
acaba, no podemos evitar preguntarnos más, desear saber más. Y sentimos que
hemos avanzado kilómetros en el conocimiento de la historia y del alma humana, a
partir de la intrahistoria concreta, como
sucede en toda la buena literatura.
Esta reseña se publicó en el Heraldo el pasado 19 de mayo de 2016
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