martes, 30 de octubre de 2018

Una frivolidad escalofriante




Angelika Schrobsdorff (Friburgo 1927 – Berlín 2016) ya nos había sorprendido con Tú no eres como otras madres (también publicada por Periférica y Errata Naturae en 2016), novela en torno a las andanzas de una mujer carismática en la Alemania de Hitler. Pero la nueva novela Hombres (en realidad la primera publicada en vida de la autora) no se queda corta en el cumplimiento de las expectativas generadas. Por su título podríamos pensar que se trata de una novela frívola. Y ciertamente hay un componente de frivolidad en la historia; la misma estructura viene a ser una retahíla de las diferentes conquistas amorosas que jalonan la trayectoria de la protagonista, desde la adolescencia a la edad madura. Cada capítulo es constituido por el encuentro con un personaje masculino, y en ellos aparecen reflejados todos los tipos: el joven idealista, el capitán pragmático, el artista bohemio…, todos ellos creíbles y configurados desde sus contradicciones. Además, cada capítulo se lee como una novela en sí, con sus antecedentes, su estado anímico, su tensión narrativa, el desarrollo previsible en su qué pero no en su cómo, el final ineluctable aunque ignoremos el por qué. Ahora bien, más allá de las vicisitudes en que acompañamos a la protagonista, y de lo trepidante de la prosa, si algo hace a la novela extraordinaria es la relación de aquello que se cuenta respecto al contexto y el original punto de vista narrativo.
El contexto en que se sitúa la novela no es otro que el de la Segunda Guerra Mundial y posguerra la entre Alemania y Bulgaria. Ya habíamos seguido en Tú no eres como otras madres el destino de una mujer alejada de los convencionalismos burgueses, y que erigía su libertad afectiva y su pasión artística como motor vital en el Berlín borrascoso de los años 30. La novela finalizaba con la huida de la mujer de origen judío junto a su hija pequeña. Aquí, en Hombres, los personajes son similares, y sospechamos parcialmente autobiográficos, pero el foco ahora reside en la hija, Eveline, mientras que la madre queda en un segundo plano. En medio de una situación de miseria y desamparo, entre una Bulgaria paraíso de acogida de judíos y lugar de paso del ejército soviético, y el gris Berlín de la posguerra, la adolescente, en vez de inclinarse hacia la austeridad y la resignación, se aferra a los placeres de la vida, al amor y a los bienes materiales, con un frenesí igual a su desarraigo. Y de hecho, paradójicamente, a medida que la desgracia la asola con mayor intensidad (a través de la enfermedad de la madre, de la deportación de la hermana), más se exacerba su egoísmo y su volubilidad, como si temiera no poder asumir la dureza de la existencia que la rodea. Así, la protagonista no ceja en su carrera frenética hacia la libertad, que la conducirá a un callejón sin salida, atrapada por el dominio de los hombres, a los que ha cedido todas sus esperanzas. En cuanto al punto de vista narrativo, resulta hipnótica la fusión de frescura e ironía en un relato en que se compaginan dos perspectivas: la de la Eveline atolondrada y anhelante de la juventud  y la de la Eveline madura que se insinúa entre líneas y muestra la frialdad despiadada del entomólogo en el enfoque las veleidades del yo joven. En suma, se trata de un relato escalofriante, de una construcción narrativa capaz de conmover y atrapar al lector, que acompaña a la protagonista en una huida hacia adelante que no cesará hasta conocer el auténtico amor al prójimo y emerger al fin de su crisálide.

* Esta reseña apareció publicada en el Heraldo de Aragón el jueves 25 de octubre de 2018.    

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

lunes, 22 de octubre de 2018

The second time around


Resultado de imagen de amor

No me suelo dedicar aquí a contar sueños. Un sueño suele interesar solo a su propio dueño. Sin embargo el sueño de hoy me ha ido acompañando todo el día,  hasta que finalmente lo he entendido, y creo que de él se puede extrar alguna reflexión que interesara a un hipotético lector.

Trataba sobre mi hija pequeña. Es un ser tan desconcertante como vivaz. Nunca sabes si te comerá a besos o te echará de su lado. Si deseará bailar o que la abraces sin límite. Si será feliz por ir a una fiesta o te gritará a cajas destempladas que quiere volver a casa. Puede ser independiente y salvaje  o dulce como koala.

Bien, pues en el sueño íbamos toda la familia con ella y llegábamos a una piscina gigantesca.  Nos salían a recibir unas mujeres joviales, y saludaban con especial interés a Emma, a ella, la pequeña de la casa, y le decían que si quería podía adentrarse ya allí que había muchos espacios para jugar. Ella se iba de su mano, contenta, y yo pensaba, esta niña está creciendo, mírala qué independiente y segura. Y secretamente agradecía no tener que estar pendiente de ella y de sus caprichos un rato. Pero ella nunca volvía. Y después acabábamos sabiendo que se había adentrado en una secta muy peligrosa de la que es muy difícil emerger. Había toda una ciudad oculta donde captan a los seres que les interesan desde muy pequeños y los retienen para sus fines. De golpe yo pasaba de la tranquilidad y el desapego al pánico y al más feroz de los amores. Recordaba su fino pelo con una nostalgia insoportable, y pensaba que daría lo que fuera por rozar sus cabellos. Pensaba en sus ojos llenos de vida y en su expresión despierta, de la que sabe siempre más que quien la mira. Empecé a sospechar que querían de ella su energía imbatible, su determinación, su inteligencia. Y empezaba a echarla de menos terriblemente y a saber con certeza qué es todo lo que admiro en ella. De golpe me volvía una madre combativa y terrible. Perseguía a las responsables directas e indirectas de la secta. Les gritaba con una voz que no me había oído nunca, de osa de las cavernas. Convocaba a todos los amigos y familia delante de la entrada de aquel lugar para defender mi causa. Pero al final mi madre misma llegaba a decir algo que me consolaba y me hacía vislumbrar por fin la esperanza: "Emma es una gata. No se va a conformar con quedarse ahí si no le gusta. Les morderá. Les arañará. Tendrán que dejarla libre o les va a volver locos." Yo sonreí y supe que tenía razón.

Después de todo el día con una sutil sensación de angustia como sordina de fondo, por más que supiera que solo era un sueño, poco a poco he ido entendiendo. La angustia no era solo porque no volviera. Era porque yo en algún momento había deseado que se fuera, que me dejara tranquila. Y no había entendido cuánto me importaba hasta que no estaba. Todo el día he admirado sus ojos inescrutables, su movimiento impredecible, su baile, su alegre locura cotidiana, hasta sus rabietas.

Y me ha dado por pensar que el segundo hijo es como el segundo amor de tu vida. Ya no tienes una expectativa tan gigantesca . Ya no tienes ideas previas sobre lo que tiene que ser, sobre lo que quieres que sea. Solo tienes claro lo que no quieres que sea: no quieres dudas, preocupaciones. Simplemente sientes por intuición cuando todo va bien, cuando la vida fluye. Y con el segundo amor, el segundo hijo, todo va tan rápido que no tienes tiempo para detenerte a pensar, para detenerte a admirar. Te dejas llevar, para qué quieres más, vas hacia donde sabes que quieres ir. Pero un día te das cuenta de que la primera vez saboreabas más las ocasiones, te detenías más. Y sabes que esta segunda vez es igual de maravillosa aunque no te detengas tanto para pensarlo. Y de pronto sientes que todo está yendo demasiado rápido y que un día este amor se puede perder por entre el mundo, por entre el paso del tiempo. Y solo entonces te das cuenta de los rasgos inigualables de este ser, de la fuerza insobornable de este amor que te gobierna. Y te paras y admiras y luego dices que adelante, que quieres que todo siga adelante, como este ser te enseña, que los días sigan adelante como eterna danza. Pero sin dejar nunca de acariciar ese mechón de pelo, mirar esos ojos tal como son ahora e intentar aprehenderlos para siempre.


Love is lovelier the second time around
Just as wonderful with both feet on the ground
It's that second time you hear your love song sung
Makes you think perhaps that love, like youth, is wasted on the young
Love's more comfortable the second time you fall
Like a friendly home the second time you call
Who can say what brought us to this miracle we've found?
There are those who'll bet love comes but once, and yet
I'm oh, so glad we met the second time around
Who can say what brought us to this miracle we've found?
There are those who'll bet love comes but once, and yet
I'm oh, so glad we met the second time around