viernes, 20 de agosto de 2021

Perderse en el viaje lector: Franco Chiaravalloti y Maria Judithe de Carvalho

 


Siempre he sido una pésima lectora de relatos. Sí, ya sé que requieren de grandes dosis de habilidad técnica, intuición y gracia. Y sí, reconozco la maestría de “cuentistas” como Chejov, Carver, Munro o Lispector. Pero, pese a todo ello, me suele tentar demasiado la necesidad de impregnarme de un universo narrativo complejo, que esa historia me acompañe durante un tiempo más extenso, y a menudo dejo los libros de relatos a medias mientras leo novelas o los leo de modo muy interrumpido, de modo que pierdo la melodía que los cohesiona. Sin embargo, este verano he tenido dos experiencias de lectura de relatos tan satisfactorias, que me han hecho sobrevolar más allá de mis limitaciones lectoras. Se trata de dos escritores y dos libros que aparentemente nada tienen que ver entre sí: el libro del argentino Franco Chiaravalloti afincado en Barcelona, Insular, publicado recientemente en Tres Hermanas (2020), y el libro de la portuguesa Maria Judite de Carvalho Tanta gente, Mariana, escrito originalmente en 1959 y que ahora publica en castellano Errata naturae (2021) en traducción de Regina López Muñoz.

Respecto a Insular, tuve la suerte de acudir al acto de presentación que tuvo lugar en Barcelona a principios de verano, en un momento pletórico de vuelta a la semi normalidad en la librería Byron, con Pablo Martín Sánchez de maestro de ceremonias. Ahí tuve claro que este libro era mucho más que una novedad cuya huella tenía curiosidad por seguir. Se trataba sin duda de un libro refrescante, un viaje no solo por todo el mundo sino también por todo tipo de personalidades y culturas. Chiaravalloti ya había hecho gala en su libro anterior, Esos de ahí fuera, de dos cualidades a mi juicio muy valiosas en un cuentista: la primera, su sorprendente capacidad de situarse en la piel ajena, inmiscuyéndose por igual en personajes femeninos, masculinos, de diferentes condiciones y situaciones, y logrando siempre interesarnos por ello; la segunda, su precisión lingüística, su minucioso trabajo de escultor literario, que posibilita que el lector perciba en la lectura de cada relato que se ha dicho exactamente aquello que tenía
que decirse, sin detalles explicativos enojosos, sin elusiones demasiado pretenciosas: el lector sigue la historia, se le permite identificarse parcialmente con el personaje, y a la vez queda en el relato una zona de sombra perfecta para que el relato siga resonando una vez acabado el mismo. Ambas cualidades, que ya sobresalían entonces, se han agigantado todavía más en Insular. Aquí Franco acomete el exigente reto de situarse en historias pertenecientes a todos los continentes y culturas, algunos de ellos realmente exóticos y excéntricos. Como nos diría en la presentación, en muchos de dichos lugares sí que ha estado personalmente y en otros no. Pero mientras leemos los relatos, no nos importará conocer la implicación exacta del autor con el país. Los relatos están tan suficientemente bien construidos y documentados que valen por sí mismos como un constructo aparte. Se leen con apasionamiento, con el deseo de continuar cada viaje y después de pasar al siguiente. Nos sorprenderemos con la frialdad de la estudiante argentina afincada en Japón que se ha vuelto hipercompetitiva, con la fascinante historia del país insular Tuvalu, siempre bajo la amenaza de desaparecer por la marea. Nos estremeceremos con la muchacha iraní de Meymand y el modo sutilísimo con que se expresa su pasión por el viajero, o con el viaje terrible de una madre y una hija huyendo de un destino
aciago por Malabo, Guinea Ecuatorial. No podremos tampoco dejar de hipnotizarnos por el relato de la exploración en el polo Ártico o los confines desabridos de la isla Tristan da Cunha, isla en pleno océano atlántico dominada por la lejanía de todo. Chiaravalloti nos presenta lugares extraños, liminares, personajes que traspasan un límite, que salen más allá de la normalidad hasta un punto donde no sabemos si van a encontrarse o a perderse definitivamente. Aunque las historias sean muy distantes entre sí, pasaremos con avidez de unas a otras, compartiendo en cada una de ellas esa “tentación por la lejanía”, por lo desconocido, que tanto parece seducir al mismo autor.

En cambio el libro de Maria Judite de Carvalho, dama semi desconocida de las letras lusas, escritora, periodista, cosmopolita, galardonada varias veces en Portugal, pero cuya voz aquí apenas había llegado, sorprende por el modo como cualquier viaje es abortado, cerrado de pies a cabeza. Sin duda la autora en Tanta gente, Mariana, que se compone de una nouvelle con el mismo título y siete relatos breves, deseaba denunciar la situación de la mujer en el Portugal tradicional de los años cincuenta-sesenta, la dificultad de salir más allá de sus condicionamientos y de las convenciones sociales, hecho que podía condenar a tantas mujeres a Regentas “post la lettre”, insatisfechas de por vida. Sin embargo, los destinos de los personajes de Carvalho no son previsibles y sí del todo variados. En común con Chiaravalloti observaremos la capacidad de empatía que se produce por igual con una mujer soltera y sin hijos, con otra que presiente va a ser abandonada por su marido o con un hombre cuya vida ha sido consumida por la abulia y la desesperanza. De hecho sus relatos beben del substrato de una melancolía de fondo, un tono fatalista muy portugués y que nos retrotrae a Pessoa y a las letras de los mejores fados. Sin embargo, en Carvalho, como en Chiaravalotti, predomina la multiplicación en diversas máscaras, y cierto distanciamiento de los personajes, por más que su destino se nos acerque en primera instancia, desembocando en la ironía trágica. La autora recoge diversas situaciones para disponer una lupa gigantesca y presenciar sus más terribles paisajes interiores, sus esperanzas más disparatadas, todo ello con una prosa delicada y contenida. Poco después, cuando el lector ya ha empatizado con los rincones más sombríos del personaje, aleja la lupa de dichas perspectivas para terminar con toda crueldad de un zapatazo con el personaje en cuestión. Todo en Maria Judithe Carvalho es sutileza aunada a humor negro, crueldad, en unos relatos tan inteligentes y bien construidos como los de Franco, de modo que cuando empezamos uno nos familiarizamos con su universo, su música, como si el libro de relatos fuera en realidad una misma novela, un mismo viaje literario a la fatalidad desde varias perspectivas y con un lazo de compasión y cinismo que los aúna a todos. Al acabar los relatos, desearemos fundirnos en una misma aura de nostalgia y fatalidad, asumiremos la abolición de todos los planes y deseos, pero al mismo tiempo nos sonreiremos por el modo como Maria Judithe de Carvalho nos ha hecho sobrevolar por encima de todo ello,para aceptarlo y a continuación dejarlo atrás.

Ahora que se avecina septiembre, ese momento del año donde uno desearía viajar a cualquier sitio y a ninguno a la vez, donde puede uno perderse aunque sea mentalmente mientras enfoca los meses por venir, puede ser una buena ocasión de leer tanto a Chiaravallotti como a De Carvalho.

* Este texto apareció en la revista Kopek Perderse en el viaje lector: Franco Chiaravalloti y Maria Judithe de Carvalho | Kopek (revistakopek.com)

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