IV
Siempre me gustó el cansancio.
Siempre me gustó
hincar los pies fuertemente en el suelo
atravesar superficies arduas
hasta sentir el esfuerzo de los huesos.
Es por eso que hoy
la nieve
me lleva al lugar donde realmente quiero estar
el lugar de la aridez, la ascensión,
la soledad habitada.
Es por eso que amo
atravesar
la superficie
cada vez mayor de nieve,
sentir que podría
acabar sepultada
y a la vez saber que no voy a hacerlo,
llegar más lejos de lo que quise
nunca,
intentar
que en mis pasos
haya siempre un lugar para escapar a lo imprevisto,
aunque solo sea desviarse un poco del camino.
V
Cuando camino en la nieve
dejo de ser hija
por la que alguien tiene que preocuparse
dejo también de ser madre
que debe siempre apresurarse
dejo de ser esposa
que se pregunta si no se estará ya excediendo
en la libertad de sus pasos.
Cuando camino en la nieve
solo soy mis pies
solo soy piedra, solo soy árbol,
libertad absoluta del instante,
plenitud, más bien,
porque de la libertad ya hemos hablado.
¿Tiene que ver con la cantidad de pasos que uno puede dar
sin explicar, sin esperar, sin contar los minutos?
¿O es más bien
el espacio mental que se abre en uno mismo?
¿No es acaso la ventana abierta
al blanco de la nieve,
sin esperanza alguna
ni remordimiento?
¿No es esto, pues, la libertad, realmente?
VI.
Soy fuerte como un hombre
como un hombre
que carretea leña desde los tiempos inmemoriales por el camino.
Soy inocente como un niño
que transita esta senda
en subida al colegio.
No hay ser humano ni animal
que pueda amilanarme ahora.
Soy un insecto, soy diminuta, soy invisible.
Soy poderosa. No soy. Soy solo nieve
que en el invierno teme deshacerse
tan pronto como puede convertirse en hielo.
VII
Me pregunto a qué se debe el placer intenso
que se siente
al hundir el pie en la nieve.
Tal vez será porque
la naturaleza nos da el instante
la posibilidad ínfima y tan remota
de sentirnos parte
de ella
de permitirnos
ser acogidos, engullidos
entre su manto.
Es esta una rara ocasión
de dejar de ser el que mira
para olvidarnos en lo que estamos mirando
al abrigo del monte, de la montaña,
más allá de todo.
VIII
Echo de menos la nieve
porque cuando te alejas de ella
dejas atrás el paréntesis
el rapto
la rapsodia monocroma
la gratificación de estar casi muerto
vuelve la vida idéntica a sí misma
con su remoto ajetreo
con sus ansias
sus nunca finalizados propósitos
sus vanas esperanzas soleadas.
Pero a la nieve siempre se puede volver
como se vuelve al latido más lento
como se vuelve siempre una y otra vez
al punto cero.
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