jueves, 1 de noviembre de 2018

Día de los difuntos



En el día de los difuntos no puedo dejar de pensar en mi difunta más añorada, la padrina.
Cuando alguien se va lo peor no es asumir que se ha ido, que ya es difícil, ni pensar en los momentos compartidos del pasado. Depende del día puede hasta verse como una gran riqueza que nos acompaña, como aquello insustituible e imborrable de esa persona en nuestra memoria.
Lo peor es pensar en los diálogos que ya no van a tener lugar. La nostalgia del futuro.
Bajo la luz del día, el recuerdo de la padrina es una presencia indeleble, motor y fortaleza.
Pero cuando el día llega a su fin, al caer la noche, he pensado en cómo me gustaría irla a ver otra vez, explicarle las últimas gracias de mis hijas y que sonriera  con benevolencia; comentarle mis últimas actividades y que moviera la cabeza con la aceptación incondicional que solo puede tener una abuela. Ver su mirada despierta cada vez que le contaba historias diversas de conocidos, le interesaba tanto conocer cómo vive,cómo siente la gente hoy, qué preocupaciones tiene, siempre me acababa diciendo estoicamente que cada uno hace lo que puede... y que ella podría haberlo hecho mejor. Recibir esa sonrisa con la que nos abrazaba cada vez que nos despedíamos, como si quisiera aprehendernos bien por si esa vez era la última, y cómo insistía siempre en asegurarnos lo bien que lo hacíamos todo, como si deseara que nunca tuviéramos los remordimientos de ella. Escuchar sus historias de cuando era niña, de cuando iba a dormir con su abuela para que no estuviera sola, de cuando ofrecieron unos huevos fritos a aquellos militares, muertas de miedo, o cuando su hijo le acercaba una silla para que lo amamantara.
La echo tanto de menos que me arrepiento de no haber grabado, no haber anotado todo cuanto nos decíamos. Aunque quién sabe si tendría hoy sentido consultar ese material o quedaría como material de derribo que nadie se atrevería nunca a tocar.
En el día de los difuntos, quiero mantener su memoria viva. Tal vez lo mejor que podría hacer es no dejar nunca de hablar con ella. Tal vez estas líneas de hoy podrían ser el principio de algo.

Ja sé, padrina, ja sé què em diries ara després de llegir aquestes línies.

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