Angelika Schrobsdorff (Friburgo 1927 – Berlín
2016) ya nos había sorprendido con Tú no
eres como otras madres (también publicada por Periférica y Errata Naturae
en 2016), novela en torno a las andanzas de una mujer carismática en la
Alemania de Hitler. Pero la nueva novela Hombres
(en realidad la primera publicada en vida de la autora) no se queda corta
en el cumplimiento de las expectativas generadas. Por su título podríamos
pensar que se trata de una novela frívola. Y ciertamente hay un componente de
frivolidad en la historia; la misma estructura viene a ser una retahíla de las
diferentes conquistas amorosas que jalonan la trayectoria de la protagonista,
desde la adolescencia a la edad madura. Cada capítulo es constituido por el
encuentro con un personaje masculino, y en ellos aparecen reflejados todos los
tipos: el joven idealista, el capitán pragmático, el artista bohemio…, todos
ellos creíbles y configurados desde sus contradicciones. Además, cada capítulo se
lee como una novela en sí, con sus antecedentes, su estado anímico, su tensión
narrativa, el desarrollo previsible en su qué pero no en su cómo, el final
ineluctable aunque ignoremos el por qué. Ahora bien, más allá de las
vicisitudes en que acompañamos a la protagonista, y de lo trepidante de la
prosa, si algo hace a la novela extraordinaria es la relación de aquello que se
cuenta respecto al contexto y el original punto de vista narrativo.
El contexto en que se sitúa la
novela no es otro que el de la Segunda Guerra Mundial y posguerra la entre
Alemania y Bulgaria. Ya habíamos seguido en Tú
no eres como otras madres el destino de una mujer alejada de los
convencionalismos burgueses, y que erigía su libertad afectiva y su pasión
artística como motor vital en el Berlín borrascoso de los años 30. La novela
finalizaba con la huida de la mujer de origen judío junto a su hija pequeña.
Aquí, en Hombres, los personajes son
similares, y sospechamos parcialmente autobiográficos, pero el foco ahora
reside en la hija, Eveline, mientras que la madre queda en un segundo plano. En
medio de una situación de miseria y desamparo, entre una Bulgaria paraíso de
acogida de judíos y lugar de paso del ejército soviético, y el gris Berlín de
la posguerra, la adolescente, en vez de inclinarse hacia la austeridad y la
resignación, se aferra a los placeres de la vida, al amor y a los bienes
materiales, con un frenesí igual a su desarraigo. Y de hecho, paradójicamente,
a medida que la desgracia la asola con mayor intensidad (a través de la
enfermedad de la madre, de la deportación de la hermana), más se exacerba su
egoísmo y su volubilidad, como si temiera no poder asumir la dureza de la
existencia que la rodea. Así, la protagonista no ceja en su carrera frenética
hacia la libertad, que la conducirá a un callejón sin salida, atrapada por el
dominio de los hombres, a los que ha cedido todas sus esperanzas. En cuanto al
punto de vista narrativo, resulta hipnótica la fusión de frescura e ironía en
un relato en que se compaginan dos perspectivas: la de la Eveline atolondrada y
anhelante de la juventud y la de la
Eveline madura que se insinúa entre líneas y muestra la frialdad despiadada del
entomólogo en el enfoque las veleidades del yo joven. En suma, se trata de un
relato escalofriante, de una construcción narrativa capaz de conmover y atrapar
al lector, que acompaña a la protagonista en una huida hacia adelante que no
cesará hasta conocer el auténtico amor al prójimo y emerger al fin de su
crisálide.
* Esta reseña apareció publicada en el Heraldo de Aragón el jueves 25 de octubre de 2018.