Estuve recientemente en Alicante en ocasión del XV Congreso de la asociación Aleph,
asociación que promueve el intercambio intelectual y la actividad
cultural entre doctorandos españoles. Quise contribuir con un texto que
aúna las experiencias artísticas de Enrique Vila-Matas y Miguel Ángel Hernández,cuestión que ya de por sí me había de provocar un placer inenarrable, valga la paradoja.
Ahora bien, no esperaba que en el congreso se hablaría de tantos
temas apasionantes: la rebeldía estética y
metafísica, la influencia de la Escuela de Frankfurt en cierta escritura, la posibilidad de calibrar el efecto emocional que la lectura efectúa en el lector, la performance poética en nuestros días, la batalla del editor independiente actual, etcétera.
Tampoco esperaba el dinamismo y arrojo de los organizadores: Jaime Oliveros, Ignacio Ballester, Nuria Lorente y los demás. Debería ser lo habitual, pero esta vez viví como nunca una horizontalidad en los diálogos (dentro y fuera de las mesas) y un auténtico interés por el otro que debería ser condición sine qua non en todo evento universitario (o extrauniversitario). Además, el arte como creación viva quedó también muy presente y portenciado en el encuentro. Prendada quedo de Aleph y adopto el compromiso, como mínimo, de estar pendiente de sus futuros pasos.
Además, el encuentro de Aleph me dio la ocasión de participar por primera vez en un concurso de tuiteratura que hablara sobre rebeldía literaria. Ese sugerente marco me daría la idea de llevar al extremo la
imagen del Twitter como telaraña donde encontrar almas gemelas...o
más bien lo contrario. Fue un gusto y un placer participar ser nombrada
ganadora con este microrrelato:
Vivían solo para retwittearse. El entusiasmo era mutuo al enlazar
artículos a cual más comprometido. Cada vez que se retwitteaban
imaginaban un mundo más completo y justo. Un día quisieron encontrarse. Y
no existían. Cada uno era el algoritmo de sí mismo.
En fin... ¡Gracias!
De Alicante me llevo
el ocre de las palmeras
montes sedientos y eternos a lo lejos
esperanzas nuevas y nunca
abandonadas
me llevo cien sonrisas disponibles
literatura hecha experiencia del aire y paseo.
En Alicante
hay también rutas
escondidas en la noche
donde juegas a estar y no estar
al unísono.
Me llevo la melodía sincopada
los compases a contratiempo
de pasos propios y ajenos.
Me llevo mi junventud sin envases
ni reservas
agazapada a la espera.
En Alicante reencuentras un reto y una esencia.
Me llevo un trayecto de flemática cadencia en tren de tierra
Me llevo un regreso meteórico en tren de aire
mi libertad vuelta ímpetu que recuerda hacia lo nuevo
ingravidez valerosa
raíles inivisibles que devuelven al punto
donde se trenzan todos los círculos.
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