He estado unos cuantos días entretenida vilamateando. La aparición de "Mac y su contratiempo" fue una buena ocasión para deambular por Barcelona al hilo de los pasos de VM por el barrio Coyote y tener la ocasión de presenciar una feliz entrevista entre él y Anna Maria Iglesia en la Biblioteca Agustí Centelles.
Luego el libro me ha acompañado en trenes, trayectos y me ha vuelto a acompañar en las terrazas del Maresme donde lo he releído al son de "Una casa para siempre". Aquí en el Heraldo apareció mi reseña sobre Mac.Y el epílogo ha valido la pena: volver a Zaragoza, volver a la ciudad que es siempre tan familiar y extraña para mí, como Mac en el final de la novela; volver a Zaragoza para escuchar de nuevo a Enrique, esta vez en compañía de Luis Alegre (cuya presencia es un gozo, como su apellido indica).


Pero también para huir en tren,para encontrarme tan sola y tan acompañada por mi criatura de año y medio; para dejar que los portales de Independencia con la lluvia de la tarde me acogieran y me invitaran a soñar con pasados y futuros que se trenzan; volver a Zaragoza para reencontrar también a Antón Castro, con su conversación, su café y su poesía imborrable;

volver a las calles de Zaragoza para recordar otros viajes, cuando mi hija mayor tenía año y medio también entonces, y sentir que el pasado intenso es irrecuperable y a la vez se hace de nuevo presente en su repetición y variación con Emma; reencontrarme de nuevo con mis queridos tíos y primos, pasear por la Aljafería, por el Ebro, por las Tenerías, y sentir que en ese ritual de repetición se saborea lo conocido y también se abren galerías ignotas, instantes luminosos y únicos. Y sobre todo permitir que entre lo ya esperado el instante se resquebraje para que sucedan cosas que no corresponden a lo que una prevé, si es que prevé algo.
Y luego que Antón Castro te pida que escribas por qué te gusta Vila-Matas de manera libre y que te puedas dar el gusto de explicarlo así:

No hay comentarios:
Publicar un comentario