Más allá del feminismo
TORBORG NEDREASS Y EDNA O'BRIEN: Narrativas indómitas
Edna O'Brien
Errata Naturae continúa en su
empeño de rescatar imprescindibles voces femeninas contemporáneas. Esta vez se
trata de la noruega Torborg Nedreass y la irlandesa Edna O'Brien: lecturas
compulsivas que nos arrastrarán por los terrenos tumultuosos de la condición
femenina y de la sociedad moderna, erigiéndose en un grito contra la
desigualdad y la violencia estructural. Quien busque lecturas complacientes y
sosegadoras, que no emprenda la lectura de “Nada crece a la luz de la luna” ni
de las “Las sillitas rojas”.
“Nada crece a la luz de la
luna” es una historia de pasión, dolor y feminismo avant-la-lettre, a través de una prosa tan delicada como
espeluznante, que avanza a modo de confesión, alternando el punto de vista del
hombre-testigo y la mujer protagonista. Un hombre encuentra a una mujer en la
fría noche de una estación de tren. Esta misteriosa mujer, de actitud oscilante
entre el retraimiento y el abandono, se muestra receptiva al desconocido; la
noche se hace larga y compartida y entre alcohol y cigarrillos la mujer ofrece
su desgarrada historia, que le ha llevado de su pasión e inocencia juveniles al
actual deterioro físico y desmoronamiento de ilusiones. En la Noruega de mitad
de siglo XX, en un entorno muy convencional y opresivo, la mujer ha tratado de
ser consecuente con sus sentimientos, hacia un hombre que bien la ama, bien la
desprecia; la historia nos sumerge en unas espirales cada vez más brutales de
amor y destrucción, que va haciendo mella en el alma y también en el cuerpo de
la mujer, mientras nos muestra las rabiosas desigualdades que la rodean y hacia
las que se ve impotente. La novela atrapa por la historia que explica y sobre
todo por el modo con que lo hace, alternando lo explícito y la alusión, la voz
de la emoción vivida y la visión externa de un ser que se nos escapa de las
manos.
“Las sillitas rojas”, se trata de la reciente novela de Edna
O'Brien, desconcertante y de gran potencia simbólica. Su inicio nos recuerda a
los ambientes descritos en sus primeras novelas: una Irlanda bucólica que
subraya la belleza y lo fiero del paisaje, marco de una sociedad dominada por
la convención y los prejuicios. Allí aparece un ser enigmático, un curandero de
aspecto mesiánico que va a provocar interés e inestabilidad en el pueblo. En algún momento podemos preguntarnos a dónde
va a llevarnos esa exaltación del
extranjero y la descripción de los estragos que hace en las mujeres, y vamos a
temer si la novela no va a estancarse en un tópico. Pero ya algunas señales
indican que van a desbordarse los cánones de la narrativa pintoresca: la
descripción del cúmulo de inmigrantes que residen en Irlanda, su multiplicidad
de voces e historias; la pluralidad de
puntos de vista, conjugados con gran maestría para alternar el conocimiento y
desconocimiento; la inmersión brusca en los sueños del 'curandero' que nos
hacen intuir los horizontes por donde se mueve el personaje. Y repentinamente
el horror más absoluto hace su aparición. Y el contraste con la novela idílica
anterior lo hace mucho más impactante. La violencia infringida a la mujer y
descrita minuciosamente es un eco de la violencia infringida a los pueblos, a
las naciones. De golpe ya no se trata de la novela sobre un pueblo irlandés y
de los afanes de sus habitantes. Se trata del éxodo de una mujer, Fidelma; y a
la vez del éxodo del pueblo Bosnio en su conjunto. Y de tantos éxodos. En un
Londres cosmopolita y de gran dureza se encontrarán los abandonados del mundo,
mujeres africanas que sufrieron ablaciones y no quieren volver a su país,
refugiados de los Balcanes que no pueden alejar de su mente las atrocidades
vividas. Fildelma, en su periplo, pasa también por un sufrimiento personal
arrasador mientras aprende el sentido de la solidaridad por todos los
humillados. La autora nos transmite la fiereza de la condición femenina, su
energía indómita para sobrevivir más allá del sufrimiento, mientras nos indica
algunos caminos en los que anida la esperanza de la humanidad.
Esta reseña se publicó en el Heraldo el 10/11/2016
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