jueves, 24 de diciembre de 2015

Una República del Arte: "Marienbad électrique", de Enrique Vila-Matas


"La gran aventura"
Enrique Vila-Matas continúa el camino iniciado en Kassel no invita a la lógica, mostrándonos cómo el arte y la literatura pueden fundirse en una misma inquietud por crear formas nuevas. En este caso Marienbad électrique trata sobre las relaciones con Dominique González-Foerster, artista francesa cuya retrospectiva ocupa un espacio en estos momentos en el centro Pompidou de Paris (hasta el 1 de febrero). Vila-Matas parece irónicamente volver a sus orígenes, cuando era más reconocido en el extranjero: el libro ha sido publicado en primer lugar en Francia por el editor Christian Bourgois –traducido por André Gabastou- y en segundo lugar, en castellano, pero en Argentina y México, por las editoriales Caja Negra y Almadía respectivamente, este segundo con ocasión de la reciente recepción del premio FIL en Guadalajara. (En febrero de 2016 sí aparecerá ya en Seix Barral.)
Vila-Matas rememora aquí las diversas conversaciones y experiencias entre ellos, artista y escritor convertidos no en almas gemelas pero sí en vasos comunicantes que se persiguen sin acabar de descifrarse nunca. Ella es Holmes, yo soy Watson, copsa más de mí que yo de ella, dice sorprendentemente. Y las ocurrencias mutuas, las ambigüedades y malentendidos lúdicos, tan dispares como el encuentro de un paraguas y una máquina de coser del que hablaba Lautréamont,  sirven de acicate para seguir creando.  Así, el arte no se interpreta pero se vive, como un anhelo de totalidad, en una suerte de resistencia silenciosa y cómplice a modo de "República del Arte". Y lo mismo se habla de Rimbaud expuesto en una habitación de hotel o cuyo fantasma es visto en Pont-des-Arts que de la obra de Lorca o Perec o la película L’année dernière à Marienbad, arte “eléctrico” donde la realidad se ve desde un ángulo inusual y el cine y la literatura se trenzan en un haz de significados. Y es que la obra de una y otro lindan en la zona oscura donde el arte se interroga a sí mismo y el receptor puede siempre poner en duda si eso es arte, si eso es novela.
"No hace falta ver nada extraordinario, lo que vemos ya es mucho", es la premisa. En esa disposición, considerando nuestra vida como "la más gran aventura" y el arte "confundiéndose con la vida", visión exigente e  irrenunciable, uno puede entonces “permitirse todo” y las ideas aparecen "como una aurora boreal". Dominique acaba leyendo la realidad como un gran texto que luego fermenta en sus instalaciones; el texto de VM se expone a sí mismo como una instalación; en ese cruce, en esa descarga energética, penetrando en los abismos de la “vivacidad perdida” walseriana que subyace a la palabra o al arte, ambos se expanden.
Estos relatos de diálogos transpiran admiración mutua, que, como sugiere el autor, es la forma más elevada de la amistad. Leer Marienbad électrique es pues "como sumergirse en el agua y mantener la respiración": penetrar en un universo con otras coordenadas, a veces equívoco y translúcido, siempre una invitación a seguir los designios del arte como si nos fuera la vida en ello, y también viceversa.


Esta reseña ha aparecido publicada hoy 24 de diciembre en el suplemento Artes y Letras del Herlado de Aragón

No hay comentarios:

Publicar un comentario