martes, 15 de diciembre de 2015

Back to the water

Hoy he vuelto a la misma piscina de hace meses. Pero ha sido sumergirme en el agua y sentir que todo era tan parecido y distinto. Y de repente me he dado cuenta del tiempo que hacía que no iba a nadar yo sola del todo, sin compañía a1guna de mi mano ni presencia diminuta en mi barriga.

No es lo mismo nadar después de parir que antes. Antes te sientes poderosa, llena. Después, incompleta, desposeída. El cuerpo todavía diseminado en mil pedazos. Cuerpo ajeno. Cuerpo desmembrado. Todavía hay que unificarlo. Los brazos y las piernas se alejan mientras emprendo el nado. El centro está poco anclado; las vísceras no bien trenzadas todavía, como si no asumieran el timón del mando.

Paciencia. Aunque ahora no lo parezca el cuerpo poco a poco volverá a ser tuyo. Ahora, sin esa compañía en el interior, sin tampoco esa mano que agarre la tuya, echas de menos esa plenitud orgullosa de ver la vida con fuerzas reduplicadas. Pero esos miembros desmadejados son los tuyos. Y si les prestas atención poco a poco irán encontrando de nuevo su sitio. Por ahora se conforman con pasar a primer plano por una vez, cosa tan rara desde hace tiempo; si los escuchas se suavizan y ensayan pequeñas tímidas piruetas. Y te dicen, paciencia, pero no nos olvides, no me olvides.

Mientras me adentro de nuevo en esta piscina que tanto he transitado, parece que el vacío es el único compañero de nado. Pero más te vale acostumbrarte a ese vacío. Porque puede llenarse de amigos, de hijas, de literatura, de proyectos y viajes, pero siempre volverá al origen. Porque ese vacío, del principio al fin, es la única compañía que realmente te pertenece.


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