lunes, 3 de noviembre de 2014

No es solo entretenimiento (o por qué conviene enamorarse de los libros)



Lecturas inspiradoras que quiero compartir. Hoy, el ensayo de Jean Marie Schaffer, ¿Por qué la ficción?, que me ha alumbrado algunas ideas nuevas sobre la ficción y, sobre todo, me ha reafirmado en algunas intuiciones que ya tenía con sólidos argumentos. A ver qué os parece.

Schaeffer analiza cómo en nuestra civilización hemos convivido con el descrédito hacia la ficción en oleadas, ya desde los tiempos de Platón.
Y más concretamente, se ha desconfiado de un arte mimético; concepto que, aunque muy difícil de matizar y acotar, podría definirse como aquel arte que pretende emular la realidad (tradúzcase por ¿realista? ¿figurativo?... y abramos un amplio paréntesis de to be continued). 
Los argumentos que se han dado históricamente contra la ficción como arte que pretende imitar la realidad han sido los siguientes: que se nos brinda una "ilusión mimética", algo por un lado muy "fácil" (entiendo algo así como "simplón") y por otro "peligroso", puesto que puede llevar a los individuos ingenuos a confundir la realidad con la ficción o a pretender hacer de ello, erróneamente, una fuente de conocimiento.

Sin embargo, argumenta Schaeffer, ¿realmente puede darse que alguien confunda realidad y ficción simplemente por la lectura de novelas? Como seres cuerdos y racionales, ¿no tenemos la capacidad innata de desarrollar la capacidad imaginativa como un mundo paralelo al real? ¿No se da la "ficción lúdica" en todas las culturas del mundo desde la más tierna infancia? Y, para más INRI, ¿cómo se teme tanto la "capacidad de arrastre" (o riesgo de imitación de ciertas conductas en el mundo real) del arte ficcional, y tan poco la "capacidad de arrastre" que indudablemente existe en la realidad? Esto es, no tenderemos a ser más violentos por leer más historias de novela negra, sino por presenciar violencia en casa o incluso en los medios de comunicación.

Ciertamente, el descrédito por el arte mimético, o realista, o por la ficción pura y dura, elijamos la nomenclatura que elijamos, ha vivido otra oleada enorme de descrédito en este principio de siglo. Para empezar, el descrédito ha venido de la "alta cultura". ¿Solo puede ser digno un arte que se muestra consciente de sí mismo y que se enrosca en bucles y bucles de autoreferencialidad? ¿O solo puede ser digno un arte que tenga que aportar necesariamente "novedades formales" respecto al arte anterior? Por otro lado, en otro tipo de entornos menos "literarios", también se desacredita la ficción con otro tipo de argumento: que las novelas son "pérdidas de tiempo" y para eso, cuando una persona lee poco, resulta más útil leer ensayo histórico, o de actualidad, o autoayuda, que al menos así se mejoran los conocimientos o la propia vida. Y en este caso habría que preguntarse en este caso quién da la legitimidad de los contenidos de los supuestos libros de ensayo que DOCUMENTAN la realidad. ¿No está aquí el verdadero engaño, puesto que se presentan como reales interpretaciones puramente individuales?

Reconozcámoslo: una cosa es la legitimidad que se le quiera dar al arte por las voces que presiden la jerarquización de lo que es o deja de ser cultura válida.
Otra muy distinta la esencia del arte y lo que realmente opera en la emoción y en la mente de cada uno de los lectores, desde Homero a hoy.

Y como Schaeffer explica, precisamente en el caso de los niños se ha demostrado que a más capacidad ficcional (costumbre de leer, de imaginar mundos, de teatralizar) menos riesgo de agresividad. 

"El peligro de pasar a los actos no proviene, como Platón y sus seguidores creen, de una vida imaginativa demasiado rica, sino, a la inversa, de una capacidad imaginativa demasiado poco desarrollada. Oponerse al ejercicio de las capacidades imaginativas, lejos de imitar los riesgos de un palo del 'de mentira' al 'de verdad', los aumenta."

 Es más, hoy sabemos que la "competencia imaginativa" no solo no es perniciosa sino que asegura el "equilibrio afectivo". Cuando una persona se acostumbra desde pequeña al juego ficcional, sea  a través de lectura, teatro, juegos de rol, etcétera, se facilita su gestión de los afectos, ya que está acostumbrado a reconocer emociones y al tiempo desidentificarse de ellas, y ello asegura una buena gestión de los afectos en la realidad, o, como se diría hoy, una buena "inteligencia emocional.", que no es poca cosa, porque facilita el bienestar mental y la felicidad de la persona. ¿Quién no quiere eso para sí y los suyos?

Eso sí, nos aclara Schaeffer, para que se dé esta "función trascendental de la ficción" como reguladora de las emociones, se necesitan dos requisitos: el primero, que se produzca una "inmersión lúdica" en el hecho ficcional, es decir, tiene que disfrutarse horrores de lo que se lee, tiene que vivirse como algo libre y placentero, que el leer no entienda del paso de las horas; el segundo requisito, la "atención estética", que va muy ligado al primero, esto es, la capacidad de percibir belleza estremecedora en el juego ficcional.

Me gustaría saber por qué no se ocupan un poquito más de todo esto los políticos y no de tanta verborrea insustancial.  ¿Por qué no dar a conocer más a los ciudadanos estos argumentos para animar a todos los padres a que los libros formen parte del mundo de sus niños desde la más tierna infancia? ¿Tenemos en cambio que llenarles la cabeza de ideas, de corsés, y de miedos al futuro? Practiquen la ficción, vívanla, sin complejos, podría leerse en vallas publicitarias, que no es una pérdida de tiempo: serán más sabios y felices, y tendrán menos amargura.



2 comentarios:

  1. La ficción como antídoto!! (ante el miedo y la mentira)

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  2. Muy buena reflexión!!!. Tomemos más lectura y a ficcionear!!!!
    A mi me alucina Aley cuando vive los sueños como reales, es cultural y me parece super rico. Ramalazos del animismo... imagino.

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