Un pequeño homenaje a Joyce, aprovechando que el Bloomsday. Pequeña glosa libre de los primeros capítulos, densa melodía que sin embargo se puede proseguir lentamente como un día eterno y compacto; un día que contiene la nada y el todo; como nuestros propios días, si los miráramos de cerca y a la vez con distanciamiento y una lupa gigantesca de palabras.
I. El joven Stephen Dedalus se levanta en la Torre Martello, un caserón semiabandonado a las afueras de Dublín, en plena crisis, diciendo qué hago aquí viviendo con estas piezas, quién soy, para qué, ¿quién
eligió esta cara para mí? Lluvia de palabras tejiendo su conciencia, junto al mar, palabras
casadas, blancodeola, rielando sobre la sombría marea.
II
Dedalus en su trabajo de profe de historia de insituto sintiendo el absurdo a cada momento, oigo la
ruina de todo el espacio, cristal roto y mampostería derrumbándose, y el tiempo
hecho una sola llama lívida y definitiva. ¿Qué nos queda entonces?
La dinámica absurda del aula, intercambio desigual, cerebros
alimentados y alimentadores .
Pobres chicos, desabridos, aunque él también fue un muchacho, todos hijos de una madre, una le
habría amado, le había llevado en brazos y en el corazón.
Algunos, y más cuando son jefes, va y se creen su papel, su patriotismo, su idiología, Me dan
miedo esas grandes palabras que nos hacen tan infelices.
III
De paseo en el mar. Ineluctable
modalidad de los visible: por lo menos eso, si no más, pensado a través de mis
ojos. Presente rabioso. Encuentras
oscuras mis palabras. Oscuridad en nuestras almas, ¿no crees? Mañana será otro día. Sí, el
poniente se encontrará a sí mismo en mí, sin mí. Todos los días llegan a su
fin.
Observación de presencias sensuales. Desahogo solitario; altas vergas de un barco de tres palos, las velas recogidas
en crucetas, en arribada, a contracorriente, moviéndose silenciosamente, barco
silencioso.
IV
Leopold Bloom se levanta y va a comprar un poco de carne y preparar el desayuno para él y su mujer. Atravesando Dublín. Buen
rompecabezas sería cruzar Dublín sin pasar por delante de una taberna.
Observando las piernas, los movimientos de cadera. Date
prisa, maldita sea. Aprovechar la ocasión mientras dura.
Ahora bien, ellas
nunca comprenden.
V
Prosiguiendo el paseo, pronto a prepararse para el entierro del pobre. ¿Qué
tal va ese cuerpo? Se va viviendo, dijo M’Coy. Desolación de los cuerpos. Lo tétrico de la iglesia.zz
Buena
idea el latín. Los deja atontados primero. Asilo para agonizantes. Idea rara:
comer pedacitos de cadáver. Luego se sienten todos como una reunión de familia.
Luego salen como emborrachados.
VI
De entierro. La
bebida, el defecto de muchos hombres muertos.Desde luego, In
paradisum. Dijo que iba al paraíso o que está en el paraíso. Lo dice encima de
todo el mundo. Un trabajo bien fatigoso. Pero algo tiene que decir.
Una vez
estás muerto estás muerto. La idea del último día. Levantándoles a todos de un
golpe de sus tumbas.
Siempre
aparece alguien que uno no se imaginaba nunca.
Si de
repente todos fuéramos alguien diferente.
Fosas
de cal viva. Cámara letal. Cenizas a las ceniza. O sepultar en el mar.
To be continued.
Jamás me había divertido y aburrido al mismo tiempo tiempo hasta que leí Ulysses. Posiblemente, ese instante que iba desde la carcajada al tedio, fue una de las experiencias subrealistas que Joyce intentaba provocar.
ResponderEliminarHay capítulos sublimes: el hospital convertido en castillo medieval, la narración imitando el catecismo y, cómo no, el monólogo interior del último capítulo.