Libros como el de Carolina del Olmo,
¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista no son solo interesantes sino casi diría imprescindibles. Léanlo, pásenselo a sus amigos y amigas, sin importar su sexo y edad.
Esta es una de sus reflexiones finales:
"No se trata de seguir indagando en los factores biológicos o psicológicos -siempre individuales- que hacen de una persona algo así como una buena madre responsiva, sino de imaginar cómo debería ser nuestro entorno para que a todos nos sea posible ser buenas madres. Necesitamos una organización social en la que ser madre no implique salirse del mundo ni hacer equilibrios imposibles; en la que participar activamente en la vida común no signifique mutilar la experiencia maternal ni externalizar el cuidado; en la que todo el mundo entienda y proteja la importancia de los cuidados. Es cierto que hace falta toda la tribu. Una tribu que nos permita ser madres y ser otras muchas cosas más a la vez; que nos permita elegir de verdad y, en el mismo acto, comprometernos. No una sociedad que nos fuerce a decantarnos por opciones igualmente defectuosas y a dar la espalda a lo que son ingredientes irrenunciables de nuestra constitución como personas."
Y es que del Olmo ha sabido analizar muy bien las contradicciones en que nos hallamos inmersos en el ámbito de la maternidad. Por un lado, parece que hoy en día ser madre da como puntos extra en el currículum, por aquello de "haber pasado por la experiencia". Queda bien querer ser mamá, decir que se es mamá. Sonrisas benevolentes por doquier, al menos durante el embarazo y primeros meses de vida del bebé. Al mismo tiempo, eclosión del mercado bebé: ya tienes las ropitas, usas esta mochila o esta otra, qué cereales son mejores, si usas cereales; qué cunas, qué colchones, qué sillitas de paseo... Parece que el mundo de uno/a va a saltar en mil pedazos y el todo poderoso bebé lo va a ocupar todo, incluido el monedero entero. Luego, ¿qué teorías seguir? Ah, el sueño, el tema por antonomasia. ¿Eres de los González, de los Estivill? Parece que solo hay dos bandos, cuando las opciones son infinitas, y las críticas también, lo mismo oirás "demasiados brazos" o "déjale llorar por la noche" como "te echa de menos"o "¿y no duerme contigo?"
Así, en la sociedad de consumo y de la información todo parece girar en torno al bebé, pero, ¿qué hay de esta realidad de puertas adentro? ¿Cuántas madres hay aisladas y agobiadas con sus bebés en casa dándole una y mil vueltas a lo que podrían hacer mejor? ¿Realmente llevamos a cabo un diálogo sincero y refrescante con nosotros mismos, con los que nos rodean, de lo que supone en la vida la irrupción del bebé ? ¿Sabemos encontrar un ritmo adecuado, un entorno en el que sentirnos apoyados? ¿Y cómo es que, pasados unos meses, la mayoría de seres humanos deben de seguir lidiando con jornadas maratonianas, si es que no pueden permitirse dejar de trabajar? ¿No es posible replantearnos la vida como un universo múltiple, donde el cuidado del bebé o el anciano o las personas que hemos elegido acompañar se compaginen con una vida activa en la sociedad, con tareas no solo remuneradas sino que realicen al individuo que también se era antes-de-bebé? ¿No es cierto que en vez de llenarnos tanto la boca con fruslerías sobre el mundo bebé podríamos avanzar en crear unas redes de apoyo, donde la vida cotidiana fuera más fácil, sin que tengan que venir unos políticos a salvarnos la vida abriendo guarderías mientras nos recortan el sueldo?
Como mamá primeriza, sí, lo confieso, yo también he frecuentado y frecuento grupos de yoga de mamás y bebés, encuentros en la biblioteca, cursos de piscina para bebés. Todo ello me ha ayudado a compartir experiencias, a intercambiar ideas, y, sobre todo, a pasármelo (y pasárnoslo) "teta". Sin embargo, hay momentos en que observo que en los encuentros entre mamás se tiende a focalizar la conversación demasiado en preocupaciones tan concretas como come esto, qué tal duerme, prefieres esta marca o la otra; y, si bien no deja de tener su importancia, a veces me parece que el mercado ha conseguido imbuirnos de su lógica aunque no queramos, y nos encontramos constantemente en una competición más o menos inconsciente para ver cuánto mejor podemos hacerlo, con qué mejores productos podemos acompañarlos, a qué teorías podemos adscribirnos como más fiables y comprobadas como si el objeto del deseo (la crianza perfecta) estuviera a nuestro alcance y solo necesitáramos tiempo, dinero, y mucha información para acceder a ella. En cambio, ¿qué es de la búsqueda del equilibrio real en nuestras vidas? ¿Y de la organización social pertinente para el buen desarrollo futuro de estas criaturas, no solo las propias sino también las ajenas? Al final, la cuestión no radica tanto en las decisiones que tomamos en mil y un aspectos de la crianza, digo yo, sino en si somos capaces de vivirlo plenamente e integrándolo en nuestra vida y en la sociedad. Y esto, lamentablemente, parece lo de menos.
Reconozco: hace rato que he salido del libro de la del Olmo. Y esto no es ni una reseña ni una reflexión solo mía. Tampoco sé muy bien a dónde quiero ir a parar. Digámosle preludio y fuga. Pero que conste que ha sido ella, la del Olmo, la que me ha inspirado.