jueves, 29 de octubre de 2015

Mis lecturas de verano (3): "También esto pasará"


Nunca he visto un libro sobre el luto tan auténtico y a la vez tan apegado a la vida.

El inicio ya nos da la clave de esta furiosa energía agridulce: "Por alguna extraña razón, nunca pensé que llegaría a los cuarenta años."

La autora se halla en un momento confuso. Abrumada por la reciente muerte de la madre (la famosa editora Esther Tusquets) con quien tenía una relación fusional y a la vez de amor-odio (como en todas las grandes relaciones madre / hija); desorientada en cuanto a su lugar en la vida, vagando entre sus ex maridos, sus hijos y sus múltiples amistades; pero todo ello no es óbice para que se decida  a pasar un verano en Cadaqués, rodeada de seres queridos y al tiempo horadada por la pena y la soledad, con despertares porosos y anocheceres bañados por el calor del alcohol.

La vivencia de la muerte se expresa en toda su desnudez y su paradoja: va presentándose a modo de síncope durante las vivencias cotidianas, como una sombra permanente que se abalanza sobre la vida, con sintaxis y vocabulario breves y brutales, sin rodeos. Al unísono, acompañamos a la autora en sus vaivenes emocionales, su deseo sexual, sus esperanzas, sus momentos de gratitud,  y la narrativa toma entonces una ligereza que nos envuelve de una brisa estival reconfortante.

Y, en definitiva, nos acaba conquistando esa luz melancólica y ferozmente vital del verano en Cadaqués, y de la casa familiar donde transcurren los días en los que se aprende a vivir de nuevo a través de la desesperanza. El homenaje a una persona se acaba convirtiendo entonces en un canto a la vida.
"También esto pasará" nos recuerda la capacidad humana de sobrevivirlo todo, aceptarlo todo.
Pero por encima de todo el libro nos seduce en su estilo hecho de contrastes, y se realza en los detalles más nimios, que actúan como la punta del iceberg de la que hablaba Hemingway; como este final: "Anteayer, llevé tu chaqueta a la tintorería, me la devolveran el jueves, 'como nueva', me han dicho."


jueves, 22 de octubre de 2015

Mis lecturas de verano (2): "Esos de ahí afuera"


Aunque soy más bien lectora de novela, puesto que cuando una historia me atrapa no quiero soltarla nunca más, de vez en cuando me dejo hipnotizar por un buen libro de cuentos.
Y así fue con "Esos de ahí afuera", de Franco Chiaravalloti, escritor argentino afincado en Barcelona. Como ya lo advirtiera Javier Argüello en la presentación del libro que tuvo lugar en el Ateneu Barcelonès, este libro de relatos cumple el más importante requisito al que puede aspirar una narración corta: que no se pueda soltar una vez iniciada. 
Eso oí en la presentación, junto con la pasión por la obra en cuestión que transpiraban el autor y su presentador. Esos de ahí afuera, nos contaron, trata sobre personajes variopintos externos al propio autor, personajes pintorescos y que se hallan en una situación límite, y al que el autor se ha aproximado todo lo que ha podido hasta robarles el alma, o insuflarles de alma, quién sabe.
La lectura posterior no hizo más que confirmar y hasta intensificar tan halagüeña entrada a su lectura. Estos cuentos, encabezados cada uno de ellos por el nombre del personaje, con nombre y apellidos, se enmarcan en contextos tan variados como los siguientes: una mujer a punto de avortar, un hombre que comienza a trabajar para la Real Academia, una adicta a la belleza del cuerpo que se enamora de su opuesto, un viejo adicto a los velatorios de desconocidos en los que se invita a café... 
Y efectivamente, una vez iniciado cada uno de ellos no se puede dejar de leer: es evidente el gran trabajo de orfebre que subyace tras ellos; cada palabra está en el lugar adecuado; la cantidad de información; el tono usado que oscila de lo humorístico, lo irónico a lo lírico; los registros de habla de cada personaje, la somera descripción de toda la situación en la que nos vemos inmersos, la tensión controlada que va apuntalando el relato hasta un certero final que nunca nos dejará indiferentes.
"Esos de ahí afuera" constituye una galaxia tan compleja como completa, y a todas luces equilibrada entre sí, de manera que no solo cada relato por separado no puede dejar de leerse, sino el libro en su totalidad: uno desea conocerlo todo sobre todos esos seres que nos inundan de perplejidad.

Una lectura muy recomendable, en fin, para todos aquellos que disponen de poco tiempo y, a caballo entre una actividad y otra, quieren leer algo con la certeza de que los distraerá y arrastrará.


lunes, 19 de octubre de 2015

El tiempo de calidad... o mejor el tiempo a secas.

Es algo que hace días me carcome y tengo necesidad de decir.

¿Cómo puede ser que nos hayan enredado tanto con lo del "tiempo de calidad", sobre todo en lo que atañe a la vida familiar?
A mí que no me digan que lo que importa no es no tener tiempo para tus hijos sino que el tiempo que se pase sea de calidad. Hombre, claro que si tienes solo una o dos horas para tu hijo al día, mejor que sean positivas y agradables que pasarlas a gritos y desplantes o con el mando de la tele siempre en la mano. Pero, ¿siginifica eso que sea mejor una o dos horas de juegos y charlas maravillosas que pasar la tarde entera con tu hijo, y compartir todos los momentos, los mediocres, los aburridos, los maravillosos?

Nos han sorbido el seso, supongo que para consolarnos de esta estructura social donde hay que producir todo lo posible y el hijo es el obstáculo, el impedimento a producir más, y entonces mejor hacerlo que produzca también en cuanto pueda, o produzcan con él, y pasar con él poco rato y que no resulte muy cansado, eso sí, ojito que es tiempo "de calidad".

Y, ¿a quién querrá más un niño? ¿A aquel que le atienda muchas horas al día y le acompañe? ¿O a aquel que le brinda un momento de gloria que pasa rápido como un espejismo? Está claro. Quizás nos queremos engañar y pensar que los niños son como nosotros los adultos, que se aburren fácilmente de lo rutinario, y prefieren lo inaudito, lo excesivo, lo fuera de lo habitual, como tal vez nosotros a veces nos decimos por lo bajini, que en nuestras relaciones daríamos la vida y las horas de rutina por un instante de deseo y espejismo total. Pero no. Los niños son mucho más claros que nosotros. Aman lo que vive con ellos. Lo que transita con ellos y va pasando fases.

Por otro lado, supongo que es más fácil atreverse a hablar de ello cuando se tiene tiempo. Tengo que decir que me siento muy afortunada de poder pasar mucho tiempo con mis hijas y verlas crecer, y que mi marido haga lo mismo.
Cuando acaba un día en el que he podido acompañar el mundo tras la mirada incisiva de Alicia, o la inédita de Emma que se descubre, siento que viajo con ellas en cada milésima de mirada, y que mi día ha sido grande, redondo, con volumen, color, sabor: un viaje más allá de todo.

domingo, 11 de octubre de 2015

Mis lecturas de verano (1): "Invitación al baile".

Ahora que se acaba el verano y empieza el frío, y el tiempo de recogerse y hacer balances, es tiempo de hacer referencia a aquellas lecturas que me acompañaron el tránsito a través del verano y que igual os pueden hacer compañía a vosotros durante el tránsito al otoño.

La primera será "Invitación al baile", de Rosamond Lehmann

¿Alguno de vosotros, semejantes lectores, ha sido introvertido en algún momento de su juventud o adolescencia, o no ha sido digamos precoz en sentirse cómodo en la vida mundana? Entonces disfrutaréis con la lectura de "Invitación al baile".
Aquí la inglesa Rosamond Lehmann (1901-1990) nos cuenta con delicadeza la transición hacia la vida adulta de la muchacha Olivia y la de su hermana Kate.
Olivia ha cumplido 17 años y recibe como regalo un diario donde anotar sus sentimientos, y también una tela con la cual hacerse un vestido de fiesta. En un contexto de vida familiar de campo ordenada y rutinaria, el horizonte del baile funciona como acicate para los sueños. Y en el espacio de esa noche se conjura la vida adulta de dos muchachas, se concita  la esperanza de conocer a alguien especial, de brillar en sociedad, de escapar hacia una vida diferente, de ser, en definitiva, individual y adulto con un proyecto de vida propio. El baile es el espejismo y el embudo de transición hacia otra vida.
Sin embargo, el baile hará resonar en cada una de las hermanas una galaxia diferente; polos opuestos dentro de una misma andadura. Así, mientras la exitosa Kate pronto hallará el camino recto en sociedad, hará efectivos sus sueños y  hallará a alguien a quien deslumbrar e hipnotizar y que le proponga horizontes nuevos, la estela de Olivia seguirá en la onda de la inseguridad y el análisis permanente, y toma forma en un baile disperso e irregular. Pero es precisamente en la torpeza de la hermana pequeña donde aparece la verdad de la transformación dolorosa del mundo de la niña al mundo de la mujer.
 A lo largo de la fiesta, Olivia se ve inmersa en una telaraña, un castillo de naipes de vanidades. El baile constituye un microcosmos de personajes integrados en la sociedad (como las hipócritas muchachas del pueblo, el bullanguero alcohólico en ciernes...) y excluidos sociales (el ciego sensible,  el honesto anfitrión apartado del mundo...), así como seres ambiguos, como el afable buscón de jovencitas. Encuentros variados que le harán moverse permanentemente entre la euforia y la tristeza, entre la ilusión y el desengaño; el complejo universo adulto se construye  a través de retazos y conversaciones, haciendo de esa experiencia una iniciación a los claroscuros de las relaciones sociales y las emociones; todo ello salpicado por intersticios de espejismos de opulencia y felicidad.

Al acabar la noche, y con los rayos del nuevo día, en una melancolía que nos remite al inicio, y propia de un mundo a punto de desaparecer, Kate estará dispuesta a empezar una nueva vida en la que seguirá el dictado ya no de su familia sino de otro hombre; su intimidad quedará a partir de ahora velada para su hermana y los colores de la casa familiar se dibujarán de otra manera; en el caso de Olivia, nada habrá cambiado aparentemente, no ha logrado el éxito social como su hermana, pero no importa: la luz de la mañana traerá a otra nueva persona, bañada por la ataraxia y la autonomía; alguien que va a construirse en la curva de su soledad;  que sabe que todo es transitorio y solo permanece la mirada que todo lo ve y transfigura.

Parece que he revelado demasiado de la lectura, pero lo esencial aquí no son los hechos sino la sensibilidad de la mirada; una  lectura para leer en tardes otoñales, hecha no de grandes acontecimientos, sino de finas observaciones y delicados contrastes, como las telas de los vestidos del baile.