viernes, 6 de marzo de 2015

Fantasmagoría en Ciudad Lineal: una fuga.



Fui a un congreso a Madrid a hablar de Vila-Matas. Fui a Madrid, en Ciudad Lineal, a las afueras de las afueras de la capital. Fui a Madrid a debatir sobre literatura y escritura en la actualidad, y solo deseaba ir a cenar arroz a un restaurante chino.
Fui a Madrid, a Ciudad Lineal, al CSIC, a reflexionar sobre el estado actual de la literatura, en mi primer viaje en soledad desde hacía más de dos años, y confiaba que en todo el tiempo libre, entre sesión y sesión, tendría el estado de ánimo perfecto para meditar sobre literatura, para conectar con nuevas y fructíferas iluminaciones.

Pero lo único que ocupaba mi mente, entre ponencia y ponencia, era la disposición del cielo tras la ventana, la simetría de los edificios madrileños, la curva infinita del metro de Ciudad Lineal que me comunicaba con el centro de la ciudad. El deseo de comer en un restaurante chino, o dormitar en mi falsa cabaña de pensar, en el hotel. Y el día acababa asemejándose al bucle de la marmota transmediática, que penetra una vez y otra en la senda que conduce por el metro en la línea 5, dirección Alameda de Osuna, ojalá me dejen sentarme, o tendré que pedirlo, asientos reservados, lo dice claramente; y la otra senda, la que lleva de la cafetería del hotel a mi habitación, a través del pasillo confuso que una vez sí otra no me hace desembocar o no en la escalera de incendios.

Pero el bucle kierkegaardiano, cuando se repite, por algo es. Y por eso, cuando recorro una vez más el camino que lleva del restaurante chino al hotel, pasando por el confuso pasillo que me hace desorientarme de nuevo, me digo, aquí hay algo en esta experiencia que está faltando, un sentido que no estoy alcanzando.

Y al fin lo veo. Fui a Madrid a hablar de Kassel no invita a la lógica y me encuentro que mis paseos por Madrid no me llevan a una visión poética y catártica del arte, sino a un sendero poblado de claroscuros, donde estoy repitiendo entre brumas los pasos de la obra que pretendo analizar.

Fui a Madrid y no tenía que sentarme en el Dhingis Khan como hace Vila-Matas en Kassel pero solo hallaba mi lugar en ese chino, en ese hotel de las afueras de las afueras, donde nada parecía tener sentido y donde a la vez la oscuridad me albergaba, confortable, y me susurraba que no hay que buscar nuevos caminos para la literatura, que se vive en la literatura y esta te abraza en un guante y te conducirá imperceptiblemente a la estación siguiente. A Ciudad Lineal y más adelante, donde haga falta, siempre que se mire con ojos centrados en lo que están viendo. Ni más ni menos.

Sin ideas previas. Sin sueños. El vacío dispuesto a llenarse, y la palabra agazapada a la espera.

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