viernes, 2 de febrero de 2018

El club de los mentirosos: un paraíso antiheroico



“El club de los mentirosos” se publicó en Estados Unidos -con gran éxito- hace más de veinte años (en 1995) pero no se ha dado a conocer en español hasta ahora, a través de la espléndida traducción de Regina López Muñoz para Errata naturae. Ahora bien, la novela se lee con inmensa frescura como si hubiera sido escrita ayer.
Y es que la novela de Mary Karr nos desconcierta ya desde el principio, con el título. Podemos pensar que se hace referencia a una postura de artificio, pero en seguida se muestra un aliento de autenticidad en el relato autobiográfico; después sabremos que “el club de los mentirosos” hace mención a las reuniones del padre con sus amigos, pero pronto vemos que eso no es el centro nodal del relato. En realidad el auténtico centro de gravedad lo compone la relación entre una mujer de letras (la futura escritora) y su excéntrica madre. Dicho tema ha aparecido también en otras novelas traducidas del inglés en los últimos tiempos, como “Me llamo Lucy Barton”, de Elizabeth Strout (2016) y “Apegos feroces” , de Vivian Gornik (2017). En todas ellas sorprende el contraste entre la visceralidad de la madre, ser temible y fascinante, y la inteligencia analítica de la hija, heroína que se acaba construyendo en su madurez a través o a pesar de la relación con su madre. Además, las historias de infancia y juventud conmueven entre miserias, desequilibrios y soledades, a través de una voz confesional magnética. Pero hay una diferencia fundamental: en “Me llamo Lucy Barton” y “Apegos feroces” la historia se construye desde el encuentro presente entre la protagonista ya madura y su anciana madre. “El club de los mentirosos” parece continuar esta misma tradición para engrandecerla aún más , puesto que juega con el registro verdad-mentira mientras persigue los fantasmas familiares y alumbra la historia entera de la familia; en ella descubriremos primero las peculiaridades casi humorísticas del padre y la madre, para poco después ir ahondando en los pasillos lóbregos de una infancia agridulce en una ciudad industrial de Texas y después ir acercándonos al alma compleja de todos los componentes de la familia y sus vaivenes, hasta que sin poder evitarlo nos cautivan para siempre. Hay lugar para la violencia y el escalofrío, pero también lugar para el humor y la evasión. Hay anécdotas, diversión en la noche de Texas donde la niña acompaña a su padre a jugar a las cartas y bravuconear y eso se vuelve su escuela de vida . Hay también desgarro al tratar de entender la insatisfacción perpetua de la madre, sus múltiples matrimonios, sus desvaríos, los exabruptos intempestivos con los que mantiene a raya a los vecinos como esos “¡a tomar por culo!” que pronto aprende la niña. Hay además incluso una suerte de catarsis final en la comprensión de cuanto sucede.
“En el club de los mentirosos”, en fin, la historia atrapa e intriga, por supuesto. Pero la historia no sería nada sin el poder hipnótico de la prosa de Karr, astuta, expresiva y elusiva a la vez: domina con maestría el lenguaje y conduce al lector a su antojo, provocándolo aquí, explicitando lo que no quiere leer, corriendo tras un velo aspectos que se van dibujando muy lentamente por entre las costuras del texto... Mientras el lector continúa leyendo, se divertirá, y a la vez se conciliará con todas sus pequeñas rarezas y las de sus seres queridos, porque el libro no resulta en absoluto moralista, sino que invita a la aceptación y el perdón de todo lo que fluye en el seno de cada familia.

* Esta reseña apareció en el Heraldo el jueves día 1 de febrero de 2017

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