viernes, 29 de abril de 2016

UNA: Entre el reportaje y la poesía




“Una entre muchas”, novela gráfica de la artista Una, aborda un tema tan delicado como necesario: el de la violencia de género. Pero lo hace huyendo de simplismos e ideas preestablecidas y con una exquisitez suprema.
La niña Una, sensible y retraída, es sujeta a varios casos de abuso sexual; pero no es capaz de expresarlo ni en su casa ni en la escuela. Ese trauma va a afectarle sobremanera en su futuro, pues ya no será capaz de marcar con claridad los límites entre ella y el otro, y acabará accediendo a un sinfín de acercamientos sexuales no deseados. Todo ello va haciendo mella en su psique. Aislada, asediada por temores difusos, incapaz de poner palabras a cuanto le sucede, tildada de “guarra” por sus compañeros de instituto, la muchacha va creciendo a trancas y barrancas.
En paralelo, los medios de la época (años setenta) se hacen eco de los actos de violencia perpetrados por el violador de Yorkshire a mujeres, y de las interpretaciones de la policía y la opinión pública sobre ello. Tratando de combatir el miedo de la población se busca una lógica a las víctimas elegidas, hasta que se interpreta que todas esas mujeres agredidas tienen algo en común: ser “de moral dudosa”, cuando no directamente “prostitutas”; la implicación que se derivaba de todo ello era: si eres ‘buena’ no hay nada que temer; pero si eres ‘mala’, o te gusta salir sola o usar falda corta o cualquiera de los rasgos que se asocien a “moral dudosa”, eres carne de cañón, la víctima ideal, que además se ha buscado lo que le sucede de algún modo. A pesar del auge el feminismo, dichas consignas afectarían al autoconcepto de numerosas adolescentes, como Una, que, además de sufrir en silencio la agresión y la marginación, debería cargar con el peso de la culpa, como si algo en ella fuera erróneo y merecedor de cualquier maltrato.
La autora, Una, que no esconde el contenido autobiográfico de la novela, ahonda de manera magistral en las contradicciones que la sociedad alberga en su visión sobre las mujeres, contradicciones más patentes en la época de los hechos pero nada extinguidas todavía en nuestros días. Desde la experiencia, desde la madurez de la Una presente que ya ha superado el bloqueo fruto del trauma, Una lleva al lector por senderos tan claroscuros como el propio recuerdo, entre árboles desnortados y niñas que se arrastran como ángeles caídos, metamorfoseándose de mariposas a insectos.
Los recursos utilizados, que van desde el dibujo sutil de gran poder evocador hasta noticias y estadísticas de periódicos de la época, consiguen golpear la sensibilidad del lector y concienciarnos de la hipocresía que reina todavía ahora en la manera de enfocar la violencia de género. Lo más interesante es el dibujo simbólico y elusivo, donde nunca se dan detalles escabrosos de lo sucedido, sino que se penetra en la psicología de la  protagonista y se puede empatizar con sus sentimientos, sin que el lector tenga la necesidad de saber con exactitud los detalles. No importa lo que sucedió, parece decirnos Una. Escapémonos de la tendencia morbosa a deleitarse en las escenas de violencia a mujeres. Centrémonos en que esto le sucede a muchas, y el fardo que se arrastra durante décadas es monstruoso. La oscuridad engulle la vida y una va sintiendo que no es nada, que su cuerpo le pertenece y no, y siempre está al acceso de cualquiera, por más que una tenga la manía de poner una guitarra en la puerta del dormitorio por si entra alguien o dejar unas tijeras a mano bajo la almohada durante años.

Esta reseña apareció ayer Jueves/28/04/2016 en el suplemento Artes y Letras del Heraldo de Aragón

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